El Teatro Isabel La Católica no siempre ha estado donde está ahora. Cuando se inauguró, en 1864, estaba en la Plaza de los Campos.
En el terreno que había sido la huerta de la Almaxarra Alta, propiedad de la madre de Boabdil, y en la que hoy se encuentra un edificio historicista que tiene en la 3ª planta el Hotel Carlos V y en los bajos un “Super-Sol”.
Su historia, por poco conocida, me ha parecido interesante…
Una parte de esos terrenos de Santa Cruz la Real, como quiera que fuere, después de la exclaustración de los dominicos, pasaron a manos de la Familia Pérez del Pulgar, descendientes de aquel Hernán Pérez del Pulgar, el cual un 20 de diciembre de 1490 entró en Granada y, llegando a las puertas de la Mezquita, clavó en ellas un puñal con un pergamino en el que se leía “AVE MARÍA”.
Después, prendió fuego a la Alcaicería antes de huir al campamento de Santa Fe a uña de caballo.

El error en el palco del Teatro Cervantes
Pues bien, como decía, los descendientes de aquel Pérez del Pulgar eran una familia de muy buena posición económica, pues no en vano los RRCC supieron agradecer generosamente aquel valiente gesto de su antepasado.
En el siglo XIX eran propietarios de la huerta de la Almaxarra alta y del Cuarto Real, donde tenían su residencia.
Emilio Perez del Pulgar, que así se llamaba el protagonista de nuestra historia, era gran aficionado al teatro y solía reservar todos los años el mismo palco en el Teatro Cervantes, el único que existía en Granada.
Hasta que un año, el palco, por error, le fue alquilado a otra persona, lo que indignó grandemente a Pérez del Pulgar y nada de lo que trataron de hacer los propietarios del Cervantes le sirvió de desagravio.
Solo una cosa pudo hacer que se sintiera en paz con el mundo: construir su propio Teatro.
De inmediato pidió permiso al Ayuntamiento alegando que la edificación, en los terrenos de su propiedad, iba a ser para uso privado y que ofrecería funciones musicales y teatrales exclusivamente para sus familiares y amigos, por lo que ni siquiera se iban a construir palcos.
En vista de lo cual, el Ayuntamiento no encontró motivo para poner reparos.

A finales de 1863 dieron comienzo las obras del Teatro, que se encargaron a José Contreras, el cual según avanzaba la construcción, iba tomando unos volúmenes gigantescos para tratarse de un teatro “de uso privado”, lo que levantó las sospechas del Ayuntamiento.
Autorización a la Reina Isabel II
Pero lo que no podían sospechar de ninguna de las maneras es que, a mediados de julio de ese mismo año, Emilio Pérez del Pulgar, valiéndose de su ilustre apellido, había solicitado autorización directamente a la Reina Isabel II para colocar las armas reales sobre la portada, ponerle el nombre de “Teatro de Isabel la Católica” y abrirlo al público, alegando que en Granada solo existía un teatro y que, este segundo, estaría orientado a que las clases menos favorecidas pudieran acceder a la cultura, por lo que sus precios serían muy baratos.
Como así fue.
Como es natural, siendo descendiente de un personaje de tan grato recuerdo para la realeza, el permiso le fue otorgado de inmediato y el Ayuntamiento, ante los hechos consumados, no tuvo más remedio que someterse a la voluntad real.
Inaugurándose, como dijimos, en 1864.
El 10 de marzo de 1936, sin que la guerra civil hubiera empezado, revolucionarios de la CNT saltaron el teatro, lo quemaron y destruyeron. Acabando de esa manera con un teatro que había nacido para solaz y cultura del pueblo llano.
En 1952 se reconstruye, pero ya en el lugar en el que hoy lo conocemos, concretamente en un local que había ocupado el Casino de Granada, de ahí que esa parte de la Calle se llame Acera del Casino.


Por “Carmen Pérez”
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