
Decía Alejandro Dumas que empezaba a pensar que había un placer todavía mayor que el de ver Granada: el de volverla a ver. Pocas personas encontrarás que no deseen realmente volverse a encontrar con el brillo que desprenden sus callejuelas.
El Sacromonte es un barrio de la ciudad nazarí que posee personalidad propia. Podría decirse que no solo sus vistas son realmente poesía para los ojos, también sus habitantes dotan a la ciudad de una calidad artística que nunca nadie podrá negar.
No hay quien no suelte un suspiro por el trabajo que cuesta subir hasta él. Pero tampoco hay persona que luego no esté deseando volver a sus calles.
Es, sin ninguna duda, uno de esos lugares donde la magia es real y terrenal. Cielo y tierra parecen unirse al ritmo de flamenco y desdibujándose a medida que cae la noche.
Escenario místico donde los haya, cuna del arte y lugar de inspiración. Granada desborda su belleza a cualquier latitud o altitud. Posee una de las vistas más espectaculares, no solo de la Alhambra, sino también de la ciudad en sí. Con la particularidad de ofrecer desde distintas alturas diferentes paisajes que a cualquiera dejarían con la boca abierta.
Haciendo hincapié en su historia, esta parte de Granada cuenta con un amplio recorrido que a nadie deja indiferente. Las cuevas, viviendas habituales del Sacromonte, tienen aún un origen que no queda del todo claro.
Valparaíso
Su primer nombre fue Valparaíso.
Se cree que durante el siglo XVI la población judía y musulmana que fue expulsada de sus casas se asentó allí. A ellos se unieron los gitanos nómadas, siendo uno de los lugares claves de su asentamiento tras deambular por Europa. Pasó a ser por tanto en una zona que se encontraba fuera de los límites de la ciudad, quedando exenta de control administrativo o poder por parte de la Iglesia.

Fue aquí donde el ingenio le ganó el pulso a la falta de medios. Para poder construir sus hogares creaban un corte en vertical que servía de fachada mediante la reducción de la cara que se quería excavar. Después comenzaba la creación de un arco de medio punto que daría lugar a la puerta.
En cuanto al número de habitaciones o espacio de las mismas, dependía del terreno de cada uno de los de los casos. Pese a que pueda parecer que vivir en este tipo de construcciones no es nada cómodo, lo cierto es que permite guardar el calor durante el invierno y mantienen temperaturas frescas para el verano.
Esto lo hace aún más único. El Sacromonte no tiene dos casas iguales, no guarda una simetría. El terreno, la altura o la extensión de la tierra donde se construyen es lo que determina qué tipo de vivienda se dará. Será la cobertura de ellas con cal lo que cree una estampa inigualable que hace de este barrio todo un sueño.
El blanco y el rojito se apoderan por completo de la estampa a lo largo de su recorrido.

Se rige entorno a un entramado de callejuelas que en ocasiones cuentan con escaleras. A través de las cuales podría decirse que se asciende, dando lugar a vistas completamente distintas.
Propio de cualquier lugar lleno de vida y arte, sus calles han despertado gran cantidad de leyendas que a día de hoy las siguen recorriendo. El misticismo y ese toque cercano a lugar donde todo es posible hacen que se aviven aún más.
Cuenta una de esas leyenda que tras la conquista de la ciudad por los Reyes Católicos, muchos nobles árabes tuvieron que abandonar sus hogares. Rotos, ante la desolación de tener que abandonar su hogar, emprendieron camino hacia Almería o Almuñécar.
Desde allí, embarcarían para dejar atrás la Península.
Sin embargo, como todo aquel que vive enamorado, pensaban que algún día volverían a este mágico lugar. Por ello, y temerosos de los hurtos que pudiera sufrir por el camino, se dice que subieron al monte y escondieron sus más preciados tesoros entre los olivos que lo poblaban.
A su vez, la incapacidad de llevarlos consigo hizo que muchos esclavos fueran liberados. Llevar a estas personas en el viaje conllevaba un gasto de dinero que muchos nobles no podían sufragar en ese momento.
Éstos, una vez visto en libertad no tenían ningún tipo de posesión o lugar al que ir. Es por ello que, sabiendo de los viajes que sus señores habían hecho al monte para resguardar sus bienes, decidieron subir a él para recuperarlos.
El Barranco de los Negros
Tras una gran cantidad de excavaciones, vieron que seguían sin tener nada material. Pero los huecos que habían creado de este proceso de búsqueda les servían para resguardarse. Posteriormente fueron acondicionándolos dando lugar a las cuevas. La mayoría de ellos eran negros, por lo que se dice que así nació la denominación de Barranco de los Negros.
También se cuenta que, una vez que convivían con ellos los gitanos, intentaron realizar algunos sortilegios en busca del lugar concreto donde se encontraban todas estas riquezas. A día de hoy se desconoce si en algún momento lograron encontrar algún objeto de valor. Y, en el caso de que lo hicieran, nunca dijeron nada respecto a su encuentro.
Actualmente esta maravillosa ubicación cuenta con algunos elementos de interés para todo aquel que quiera hacer turismo en Granada.
Las Zambras
El Museo Cuevas del Sacromonte trata de divulgar el valor cultural que tiene este fantástico enclave. A través de sus salas se destaca la forma de vida de sus habitantes, los oficios de los mismos o su importancia en la historia del Flamenco.
También es necesario pasear por algunas de estas cuevas. En ellas se celebran las Zambras. Estos espectáculos flamencos tienen lugar en algunas como la Cueva de Curro Albaicín o la Cueva de la Rocío.
Con raíces moriscas o árabes, este género musical siguió evolucionando. Nacido en la Andalucía del siglo XVIII, los gitanos fueron quienes lo readaptaron y mantuvieron en el tiempo. Algunos grandes escritores como Washington Irving o Thèophile Gautier participaron de forma clandestina en zambas celebradas en la ciudad granadina.
Realizar una visita al Sacromonte en primavera supone todo un estallido de color. Completamente cubierto de flores, ofrece a todo aquel que lo recorra un escenario plagado de olores y sensaciones. A lo largo de las estaciones, este maravilloso lugar se dibujo y desdibuja en distintas tonalidades. Esto lo hace, si aún cabe, mucho más cercano al arte en sí mismo que a una construcción.
La Abadía
Es imposible hablar de esta zona de Granada sin nombrar la Abadía del Sacromonte. Construida en el siglo XVII, tras que se encontraran supuestos indicios de la existencia de los primeros cristianos en esta ciudad. Las excavaciones hicieron que salieran a la luz unas láminas con inscripciones en latín. Tras ello se realizaron más estudios, sacando a la luz otros elementos.
A partir de ello se creó la Abadía, cambiando el nombre del lugar a Sacromonte. Algunos especialistas creen que estas inscripciones fueron realizadas por moriscos de alto estatus que pretendían unir el cristianismo con el islam.
En su interior guarda una importantísima biblioteca que alberga numerosos incunables y manuscritos.
Más allá de ser un monumento realmente impresionante, también dispone de unas vistas espléndidas que lo hacen realmente increíble.
Y es que, a cualquier granadino le costaría mucho concebir su ciudad sin este particular barrio. Es, el encanto que ofrece cada uno de sus rincones lo que hace que constantemente haya algún visitante perdido entre sus calles.
Capaz de lograr sentirte en un lugar cálido en pleno invierno y sorprendentemente fresco bajo el sol del verano. Tiene la capacidad de crear un ambiente totalmente único y diferente que hace que en todo momento acudir a él sea todo un regalo.
A lo largo del tiempo, el monte Valparaíso ha visto cómo sus habitantes encontraban en él refugio, oportunidades y sobre todo, un nuevo lugar para vivir. Cuentan, que su tierra sirvió para guardar tesoros y en sus piedras se cavó el hogar de más de un hombre que se sentía de nuevo libre.
Sus callejuelas albergan gran cantidad de misterios, leyendas y alguna que otra creencia sobre las bases de una religión. A través del tiempo, este monte ha visto como no solo se modificaba su forma, sino también el modo en el que vivían sus habitantes y el uso que se hacía de él.

Llegándose a convertir en lugar de referencia para creadores y cuna del arte.
El Sacromonte es un monumento en sí. Cualquier que lo haya visitado puede entender por qué esos nobles musulmanes partieron con la esperanza de poder volver algún día a esta maravillosa tierra.
El paso de los años ha hecho que a día de hoy se cuestionen si realmente la leyenda del Barranco de los Moros tiene algún tipo de fundamento. O si, como todas las historias llenas de misterio, guarda en ella una verdad.
Lo cierto es que, habiendo o no escondido algo aquellos ricos árabes, quizá los hombres tendrían que haberse preguntado si el tesoro no era la tierra que excavaban más que el material que pudieran encontrar allí.

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