Hasta deteriorada tiene su belleza.
Es Torre Quebrada, en la Alhambra. Una imagen tomada nada menos que en 1860. Faltaba mucho para su restauración por Torres Balbás en 1932.
Alzada sobre la ciudad castrense, separando la Alcazaba de la Plaza de los Aljibes, o de la zona “regia” de la ciudad palatina, su nombre se debe al hundimiento del siglo XIX que le dio el aspecto actual.
Su interior para sorpresa arquitectónica (pero en la Alhambra, las sorpresas es el día a día) es hueco.
Mirad a la derecha como emerge el Palacio de Carlos V.
Ahora bien, al fondo es donde llega la sorpresa: Generalife, costando y mucho reconocerlo porque se demolieron en 1928 los edificios que nada tenían que ver con su origen y porque esta vista del pabellón norte del Palacio, es una perspectiva muy poco común.
Pero no os sorprendáis de ver con tanta rotundidad y con tanta nitidez el edificio más alto. Es el mirador romántico del Generalife que se construyó para el Marqués de Campotéjar en 1836.
Están recién plantados los cipreses que después harán el Paseo de dicho nombre y todo ello nos lleva a 1860, cuando Clifford, antes de la visita de la Reina Isabel, lo inmortaliza todo.
¡Es irrepetible!
Probad, porque con una vegetación cambiante y con todo tan modificado, esta vista ya es imposible.
Por “David Rodríguez Jiménez-Muriel”
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